Che Carlitos, poné un poco de música para estudiar, porque sino esto se torna aburrido.
Si Mario, tenés toda la razón del mundo ¿Qué pongo?
Y no se, ponete una de los Bee Gees, o el último disco de Rafaela Carrá.
Ta, pongo Ricardo Montaner o Rammstein.
Y dale, pero mirá que eso que pensás poner es mucho más melódico.
¿Quién telódico?
Nadie melódico, yo lo se por mi vasto conocimiento musical.
Carlitos, yo te conozco y para mi alguien telódico, vos solo no lo sabrías.
¿Yo no era Mario?
No me cambies de tema Mario, decime quien telódico.
Nadie, ¿por qué pensás que mis conocimientos provienen de otras personas y no de un aprendizaje propio? ¿Te parece que es necesario que alguien melódica? Que poco me conocés
Estás equivocado
Hace un rato dijiste que tenía toda la razón del mundo
Hablábamos de otra cosa
Si, pero no dijiste: “tenés razón con respecto a lo que ahora estamos discutiendo”, recuerdo muy bien que dijiste “tenés toda la razón del mundo”, asi que debo suponer que abarca también a esta discusión, por lo tanto tengo razón yo, por lo menos en lo que a ti concierne.
A Cierne no lo metas en esto
Si, lo meto
Sabía que me lo ibas a echar en cara
No te lo echo en cara, solamente digo lo que me parece sin pelos en la lengua, siempre fui una persona muy directa y con vasto conocimiento musical
No se puede discutir contigo
Tigo es mi amigo y es una persona muy razonable, no se por que motivo empezás a atacarlo cuando no tiene nada que ver en el asunto, debería darte vergüenza
Y a vos debería verte dargüenza
Bueno, me voy, aca no se puede estar, te pedí que pusieras música hace rato y no escucho ni una nota
Muy bueno sote
Ya es tarde, no insistas
Has ido demasiado lejos
Recién llegué a la puerta, siempre el mismo exagerado
Adios Mario
Chau Carlos
martes, 1 de septiembre de 2009
Lista de personajes del transporte colectivo y su respectiva nomenclatura técnica.
El del pie medianero (medianerus quesus) – Este individuo se caracteriza por pegar su parte lateral externa del pie a la parte lateral externa del pie de su pasajero contiguo, y lleva esta conducta al extremo, uno va en el ómnibus parado y se le instala este especímen al lado poniendo su pie pegado al nuestro, a uno le entra a molestar y procede a mover 2 centímetros el pie para no tener el pie del otro pegado al de uno, y este individuo se mueve al instante esos mismos 2 centímetros hasta volver a pegar su pie contra el nuestro, y uno puede hacer este mismo esfuerzo por zafar infinitas veces que siempre va a ser inútil. A este ser no parece molestarle ese contacto innecesario y solo se le puede poner fin bajándose del ómnibus o cambiándose de lugar con habilidad derivándole el padecimiento a otro pasajero.
El que da en herencia el asiento (monarquicus asientum) – Esta persona es la que está sentada en su asiento y le llega el momento de bajarse, pero antes de hacerlo se dirige hacia un pasajero que se encuentra de pie y le dice que le deja su asiento, la gran mayoría de las veces es con minas que están buenas o con viejas que están muy en el horno. Ésta actitud es sumamente llamativa, ya que este individuo procede con su lugar en el ómnibus como si se tratara de una herencia de algún tipo, la cual él puede dejar a quien le plazca, como si se tratara de algún tipo de trono o como si el transporte colectivo fuera un régimen monárquico en el cual hay un heredero designado por el monarca en cuestión. El transporte capitalino es una democracia en la cual el designio de sustituto de asiento está regido por ciertas normas de cercanía y de edad que este ser parece no entender.
El que se para 10 paradas antes de su destino (descendentus apresuradum) – Este es el típico que se pasa todo el viaje cogoteando a ver por donde va el ómnibus, nunca lo vamos a ver tranquilo en su asiento, parece como un botija chico que se va de campamento, todo ansioso en su lugar y deseando que llegue el momento de bajarse. Es el mismo que cuando el ómnibus agarra por otro lado porque está cortada una calle o porque cambió el recorrido no entiende nada, empieza a mirar pa todos lados, pone cara así como de que erró un penal, e incluso consulta con la gente a su alrededor que está pasando. Siempre lo vemos que se levanta de su asiento y empieza a dirigirse hacia adelante (siempre se baja por adelante, aunque el bondi esté lleno y él esté sentado en el fondo, porque necesita preguntarle al chofer si se está bajando donde debería) y va caminando hacia adelante como duditativo, y medio agachado para poder ver bien por el parabrisas hacia donde se dirige, cuando llega le hace alguna pregunte al guarda o al conductor y generalmente su parada viene dentro de 10, o sea, el guarda le dice: “si, yo te aviso donde es, falta bastante”, pero él siempre sospecha que se va a pasar, no confía en ese extraño que le dijo que le avisaba, conserva su temor, entonces se queda paradito medio flotando ahí en la parte delantera del vehículo, y obviamente trancando a todo aquel que se va a bajar en las 9 paradas siguientes, sin lugar a dudas un ser que debemos tratar de erradicar.
La vieja buitre del asiento libre (lugarum librus carroñerus) – No siempre es una vieja, pero el alto porcentaje de viejas que forman parte del grupo le da su nombre. Su actitud está marcada de antemano por su psique, porque ya al subir al ómnibus se le nota esa esperanza de obtener un asiento de forma caritativa, incluso hasta le mete un pamento bárbaro a cada escalón que sube, algunos hasta se mandan unos gemidos y todo de queja y se colocan la mano en la cintura con gesto notorio de dolor cuando terminan el ascenso. Si consigue el lugar al que aspira, su conducta se calma al conseguir ese tan ansiado puesto, de lo contrario su cacería comienza. Al principio se la ve más preocupada de hacer notar su enfado y su decepción con la sociedad de hoy en día por no haber obtenido la donación de asiento, pero mas adelante ya comienza a acomodarse y su sentido arácnido comienza a funcionar ni bien algún pasajero que viaja sentado realiza algún movimiento que denuncie su inmediato descenso, y ahí ataca; lo primero que hace es dar unos pasitos hacia ese lugar, hasta ahí es algo que todos hacemos, lo de acercarnos al que pensamos que se va a bajar, pero la vieja va un paso más alla, y llega incluso a interponerse en el espacio existente entre quien se está bajando y quien se encontraba de pie más cerca, y a veces hasta mete algún codazo, la mayoría no mira a los ojos, y luego se sienta y mira al frente asi como que no se dio cuenta de que pasó, pero hay otras (las más mezquinas) que llegan al punto de mirarlo a uno en el momento de sentarse como diciendo “creo que estaba más cerca yo” y hasta se sonríen haciéndose las simpáticas.
La explicación a esta conducta es que ellas se saben viejas, saben que ya no les queda demasiado, y de la misma forma que adentro de la cárcel el tipo más peligroso de todos es el que está condenado a muerte, porque no tiene nada que perder, y de la misma forma, también, que procede el tipo que expulsaron en un partido de fútbol y que se quiere llevar a uno del otro cuadro con él y empieza a buscar a todos pa pelear, de esa misma manera vieja procede y asi saca a relucir toda su mezquindad y todo su cansancio acumulado en toda una vida.
Estos son algunos de los personajes que he observado, más adelante ahondaré sobre otros tantos que me han llamado la atención.
El que da en herencia el asiento (monarquicus asientum) – Esta persona es la que está sentada en su asiento y le llega el momento de bajarse, pero antes de hacerlo se dirige hacia un pasajero que se encuentra de pie y le dice que le deja su asiento, la gran mayoría de las veces es con minas que están buenas o con viejas que están muy en el horno. Ésta actitud es sumamente llamativa, ya que este individuo procede con su lugar en el ómnibus como si se tratara de una herencia de algún tipo, la cual él puede dejar a quien le plazca, como si se tratara de algún tipo de trono o como si el transporte colectivo fuera un régimen monárquico en el cual hay un heredero designado por el monarca en cuestión. El transporte capitalino es una democracia en la cual el designio de sustituto de asiento está regido por ciertas normas de cercanía y de edad que este ser parece no entender.
El que se para 10 paradas antes de su destino (descendentus apresuradum) – Este es el típico que se pasa todo el viaje cogoteando a ver por donde va el ómnibus, nunca lo vamos a ver tranquilo en su asiento, parece como un botija chico que se va de campamento, todo ansioso en su lugar y deseando que llegue el momento de bajarse. Es el mismo que cuando el ómnibus agarra por otro lado porque está cortada una calle o porque cambió el recorrido no entiende nada, empieza a mirar pa todos lados, pone cara así como de que erró un penal, e incluso consulta con la gente a su alrededor que está pasando. Siempre lo vemos que se levanta de su asiento y empieza a dirigirse hacia adelante (siempre se baja por adelante, aunque el bondi esté lleno y él esté sentado en el fondo, porque necesita preguntarle al chofer si se está bajando donde debería) y va caminando hacia adelante como duditativo, y medio agachado para poder ver bien por el parabrisas hacia donde se dirige, cuando llega le hace alguna pregunte al guarda o al conductor y generalmente su parada viene dentro de 10, o sea, el guarda le dice: “si, yo te aviso donde es, falta bastante”, pero él siempre sospecha que se va a pasar, no confía en ese extraño que le dijo que le avisaba, conserva su temor, entonces se queda paradito medio flotando ahí en la parte delantera del vehículo, y obviamente trancando a todo aquel que se va a bajar en las 9 paradas siguientes, sin lugar a dudas un ser que debemos tratar de erradicar.
La vieja buitre del asiento libre (lugarum librus carroñerus) – No siempre es una vieja, pero el alto porcentaje de viejas que forman parte del grupo le da su nombre. Su actitud está marcada de antemano por su psique, porque ya al subir al ómnibus se le nota esa esperanza de obtener un asiento de forma caritativa, incluso hasta le mete un pamento bárbaro a cada escalón que sube, algunos hasta se mandan unos gemidos y todo de queja y se colocan la mano en la cintura con gesto notorio de dolor cuando terminan el ascenso. Si consigue el lugar al que aspira, su conducta se calma al conseguir ese tan ansiado puesto, de lo contrario su cacería comienza. Al principio se la ve más preocupada de hacer notar su enfado y su decepción con la sociedad de hoy en día por no haber obtenido la donación de asiento, pero mas adelante ya comienza a acomodarse y su sentido arácnido comienza a funcionar ni bien algún pasajero que viaja sentado realiza algún movimiento que denuncie su inmediato descenso, y ahí ataca; lo primero que hace es dar unos pasitos hacia ese lugar, hasta ahí es algo que todos hacemos, lo de acercarnos al que pensamos que se va a bajar, pero la vieja va un paso más alla, y llega incluso a interponerse en el espacio existente entre quien se está bajando y quien se encontraba de pie más cerca, y a veces hasta mete algún codazo, la mayoría no mira a los ojos, y luego se sienta y mira al frente asi como que no se dio cuenta de que pasó, pero hay otras (las más mezquinas) que llegan al punto de mirarlo a uno en el momento de sentarse como diciendo “creo que estaba más cerca yo” y hasta se sonríen haciéndose las simpáticas.
La explicación a esta conducta es que ellas se saben viejas, saben que ya no les queda demasiado, y de la misma forma que adentro de la cárcel el tipo más peligroso de todos es el que está condenado a muerte, porque no tiene nada que perder, y de la misma forma, también, que procede el tipo que expulsaron en un partido de fútbol y que se quiere llevar a uno del otro cuadro con él y empieza a buscar a todos pa pelear, de esa misma manera vieja procede y asi saca a relucir toda su mezquindad y todo su cansancio acumulado en toda una vida.
Estos son algunos de los personajes que he observado, más adelante ahondaré sobre otros tantos que me han llamado la atención.
domingo, 7 de junio de 2009
Si te vas a morir, que sea dignamente
Bueno, estimados lectores, hoy he vuelto a escribir para este blog al cual tenía abandonado ya desde hace un tiempo. La razón no es otra que la muerte de David Carradine, porque en mi vida he presenciado muertes indignas, rápidamente me acuerdo de dos en los últimos tiempos, la del salame del cura que salió volando con unos globos y nunca más lo vieron, y la del pelotudo que siempre andaba con cara de gil judeando a los cocodrilos y terminó ensartado por una mantarraya en el medio del pecho.
Pero, con una mano en el corazón (exactamente donde lo ensartó la mantarraya al vejiga del otro), creo que David Carradine se llevó todos los premios a la muerte más indigna y vergonzosa a la que se puede acceder, y disculpen que lo diga de esta forma, pero el nabo este se murió haciéndose una paja. ¡Por favor! ¡Hombre grande! Seguramente tenía nietos y todo, no podés, uno se pasa una vida haciendo cosas para dignificar su existencia, para que el pasaje por este mundo sea lo más honorable posible, para que cuando uno se muera en el velorio hablen bien de uno con lágrimas en los ojos, pero en el velorio de este pelotudo les puedo asegurar (aunque es algo que jamás podré demostrar) que en el fondo todos estaban pensando en la manera en que se murió. Me imagino que los familiares más directos y los amigos más cercanos capaz que no, porque uno se pone esa autocensura cuando quiere a alguien, y mejor que sea así, pero los que no lo conocían tanto no tengo dudas que en esos momentos reflexivos que hay en todo velorio, donde uno se queda en silencio mirando un punto fijo en el suelo, estaban todos pensando en la muerte indigna que tuvo.
Además hay otra cosa que me carcome, y no es que yo sea muy creyente, porque más bien no lo soy, pero supongamos que el Cielo existe (si si, así con mayúscula, no soy muy creyente, por eso lo pongo con mayúscula pa diferenciarlo de eso celeste que tenemos arriba), bueno, supongamos que existe ese lugar donde va el alma de uno cuando fallece, me imagino que quien sea que lo recibió allá arriba (muchos dicen que es San Pedro, pero yo dudo que él reciba en persona a cualquier piojoso que se muera, aunque en este caso es probable que lo haya ido a recibir él en persona por lo especial del caso) le habrá comentado algo, le habrá dicho algo así como:
San Pedro - Bo loco, no se puede ser tan pajero, dale con la mano como cualquiera, ¿que carajo hacías adentro del placard y con una cuerda alrededor de las pelotas?
David Carradine - Ta, ¿que querés? No se puede ligar tan mal, taba bueno lo que estaba haciendo, pero ta, no ligué nada. Ahora no te voy a explicar, pero después te muestro si me prestan una cuerda y un placard
San Pedro – No no, ¿vos sos loco? Aca con esas guarangadas no andamos.
David Carradine – Vos te lo perdés. Además no se hagan los pulcros que ya miré pa atrás tuyo y los vi que andan todos medio en pelotas y tocando el arpa, yo esa la hacía y no es muy divertido, porque las cuerdas del arpa se me enganchaban en los pendejos y me daba un dolor que veía el diablo en calzoncillos.
San Pedro – Bue…., si seguís gileando me parece que es lo que justamente vas a ver.
Y ahí según dicen el Carradine le mete un bife y hace así un sonido de karateca como “aiá” y el viejo se levanta del piso y medio que lo quiere pelear, pero unos ángeles que andaban ahí en la vuelta y que oyeron que la cosa se estaba poniendo espesa los separaron antes que pase a mayores, además estaba clavado que el Carradine lo surtía y el viejo se iba a hacer dar de gil nomás. Y bueno, al final San Pedro fue por la vía legal y por notoria mala conducta lo mandó derecho pal infierno, donde enseguida le prestaron un placard y una cuerda y se están cagando de la risa hace unos cuantos días, y eso porque todavía no consiguieron un arpa.
Pero, con una mano en el corazón (exactamente donde lo ensartó la mantarraya al vejiga del otro), creo que David Carradine se llevó todos los premios a la muerte más indigna y vergonzosa a la que se puede acceder, y disculpen que lo diga de esta forma, pero el nabo este se murió haciéndose una paja. ¡Por favor! ¡Hombre grande! Seguramente tenía nietos y todo, no podés, uno se pasa una vida haciendo cosas para dignificar su existencia, para que el pasaje por este mundo sea lo más honorable posible, para que cuando uno se muera en el velorio hablen bien de uno con lágrimas en los ojos, pero en el velorio de este pelotudo les puedo asegurar (aunque es algo que jamás podré demostrar) que en el fondo todos estaban pensando en la manera en que se murió. Me imagino que los familiares más directos y los amigos más cercanos capaz que no, porque uno se pone esa autocensura cuando quiere a alguien, y mejor que sea así, pero los que no lo conocían tanto no tengo dudas que en esos momentos reflexivos que hay en todo velorio, donde uno se queda en silencio mirando un punto fijo en el suelo, estaban todos pensando en la muerte indigna que tuvo.
Además hay otra cosa que me carcome, y no es que yo sea muy creyente, porque más bien no lo soy, pero supongamos que el Cielo existe (si si, así con mayúscula, no soy muy creyente, por eso lo pongo con mayúscula pa diferenciarlo de eso celeste que tenemos arriba), bueno, supongamos que existe ese lugar donde va el alma de uno cuando fallece, me imagino que quien sea que lo recibió allá arriba (muchos dicen que es San Pedro, pero yo dudo que él reciba en persona a cualquier piojoso que se muera, aunque en este caso es probable que lo haya ido a recibir él en persona por lo especial del caso) le habrá comentado algo, le habrá dicho algo así como:
San Pedro - Bo loco, no se puede ser tan pajero, dale con la mano como cualquiera, ¿que carajo hacías adentro del placard y con una cuerda alrededor de las pelotas?
David Carradine - Ta, ¿que querés? No se puede ligar tan mal, taba bueno lo que estaba haciendo, pero ta, no ligué nada. Ahora no te voy a explicar, pero después te muestro si me prestan una cuerda y un placard
San Pedro – No no, ¿vos sos loco? Aca con esas guarangadas no andamos.
David Carradine – Vos te lo perdés. Además no se hagan los pulcros que ya miré pa atrás tuyo y los vi que andan todos medio en pelotas y tocando el arpa, yo esa la hacía y no es muy divertido, porque las cuerdas del arpa se me enganchaban en los pendejos y me daba un dolor que veía el diablo en calzoncillos.
San Pedro – Bue…., si seguís gileando me parece que es lo que justamente vas a ver.
Y ahí según dicen el Carradine le mete un bife y hace así un sonido de karateca como “aiá” y el viejo se levanta del piso y medio que lo quiere pelear, pero unos ángeles que andaban ahí en la vuelta y que oyeron que la cosa se estaba poniendo espesa los separaron antes que pase a mayores, además estaba clavado que el Carradine lo surtía y el viejo se iba a hacer dar de gil nomás. Y bueno, al final San Pedro fue por la vía legal y por notoria mala conducta lo mandó derecho pal infierno, donde enseguida le prestaron un placard y una cuerda y se están cagando de la risa hace unos cuantos días, y eso porque todavía no consiguieron un arpa.
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